Las heridas de nuestro niño interior no se quedaron en nuestro pasado, siguen en nuestro presente; siguen en nuestro caminar, siguen en la manera en que elegimos pareja y amistades; siguen en nuestra personalidad; siguen en nuestro cuerpo; siguen en nuestra enfermedad. Crecimos, sí, pero con un niño herido que lucha por ser visto, escuchado, honrado y respetado por un adulto que sea capaz de hacerse responsable de si mismo.
¿Te has preguntado cómo influyo tu infancia en el desarrollo de tu personalidad?
¿Te has preguntado cómo el apego que recibiste de niño repercutió en tu manera de hacer casting de pareja?
¿Te has preguntado cómo el apego que recibiste de niño repercutió en tu manera de elegir amistades y en cómo serán la calidad de tus relaciones interpersonales?
¿Te has preguntado la relación que hay entre tu cuerpo y tu mente?
¿Te has dado cuenta de que tu cuerpo esta hablando y también tiene una historia que contar?
Hemos solido separa a nuestra mente y nuestro cuerpo, sin embargo, no los podemos separar lo que afecta al cuerpo afecta a la mente, y viceversa.
El origen de muchos problemas emocionales tiene que ver con la falta de apego seguro, con las heridas emocionales que no resolvimos de niños porque no teníamos los recursos necesarios.
No se trata de culpar a los padres o los cuidadores que tuviste de niño, se trata de hacernos responsables de nuestras heridas que ahora están en nosotros, están en los profundo de nuestro ser, están en nuestro niño herido, están en nuestro cuerpo...listas para ser escuchadas, aceptadas e integradas. Listas para ser sanadas.